Una característica inalterable del F.C. Barcelona a lo largo del tiempo es su incapacidad para rentabilizar la salida de sus cracks. David Villa es el último ejemplo. Dos millones fijos más tres variables es un precio irrisorio por el que vender la ficha de un jugador que puede meter 13-18 goles en cualquier equipo de Primera División con una aparición continuada en el once inicial y más cuando su destino es un club de la parte alta de la clasificación, el Atlético de Madrid, que tenía un hueco enorme por cubrir tras la marcha de Falcao al Mónaco. Reforzando a posibles rivales. En la salida de determinados jugadores pesa más las ganas de que se vayan que las de encontrar a alguien que pague su precio justo.
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El de Villa ha sido un largo adios, desde antes de su lesión se rumoreaba su traspaso y solamente la fractura de su tibia izquierda en el Mundial de clubes retrasó lo inevitable. Este año ya completamente recuperado ha sido maltratado por Tito que nunca le dio continuidad ni confianza, montando su delantera en función de la capacidad de ayudar en defensa de los jugadores en lugar de en función de su peligro real en ataque, fiando todo a Messi, y evitó la salida del asturiano en el mercado de invierno convirtiendo la temporada en un via crucis interminable de banquillo y escasos minutos que culminó con la humillación en las semifinales de Champions contra el Bayern de Munich cuando le dio entrada en el campo con la debacle en su punto culminante, después de no darle bola en la ida ni en el comienzo de la vuelta a pesar de la baja de Messi. Una mala despedida para un jugador que siempre dio el máximo de su capacidad, que no era poca, en el campo y que merecía muchos más presencia en el campo.
Y el Barça, sin Villa y sin Bojan (cedido al Ajax), se queda sin un jugador que pueda desarrollar el rol del delantero centro clásico en el reino del falso nueve. Sin recursos para acudir a un plan B que en cada temporada es más necesario en los partidos determinantes de la temporada y que nunca se formula haciendo al Barça más y más predecible. Insistiendo en lo que tantas veces no ha sido suficiente. Encomendándose sin remisión a Messi y la incógnita Neymar.
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El de Villa ha sido un largo adios, desde antes de su lesión se rumoreaba su traspaso y solamente la fractura de su tibia izquierda en el Mundial de clubes retrasó lo inevitable. Este año ya completamente recuperado ha sido maltratado por Tito que nunca le dio continuidad ni confianza, montando su delantera en función de la capacidad de ayudar en defensa de los jugadores en lugar de en función de su peligro real en ataque, fiando todo a Messi, y evitó la salida del asturiano en el mercado de invierno convirtiendo la temporada en un via crucis interminable de banquillo y escasos minutos que culminó con la humillación en las semifinales de Champions contra el Bayern de Munich cuando le dio entrada en el campo con la debacle en su punto culminante, después de no darle bola en la ida ni en el comienzo de la vuelta a pesar de la baja de Messi. Una mala despedida para un jugador que siempre dio el máximo de su capacidad, que no era poca, en el campo y que merecía muchos más presencia en el campo.
Y el Barça, sin Villa y sin Bojan (cedido al Ajax), se queda sin un jugador que pueda desarrollar el rol del delantero centro clásico en el reino del falso nueve. Sin recursos para acudir a un plan B que en cada temporada es más necesario en los partidos determinantes de la temporada y que nunca se formula haciendo al Barça más y más predecible. Insistiendo en lo que tantas veces no ha sido suficiente. Encomendándose sin remisión a Messi y la incógnita Neymar.
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